
Los veranos, cuando toca quedarse en casa, pueden resultar muy aburridos. Y más cuando los seres humanos del género opuesto no acompañan. Previendo eso, y a la luz de las farolas, entre un amigo y yo decidimos desmpolvar nuestras viejas consolas Game Boy (en su caso no tan vieja, pero no viene al caso) y los juegos de Pokémon.
Sí, ya, pensad lo que queráis, pero nos resulta bastante divertido el echar un duelo pokémon a la luz de las Farolas. Entra en juego tu pericia como entrenador, la suerte y encima es casi gratis (si tienes pilas recargables o eres hábil robándoselas a otros electrodomésticos)
Pues bien. Sumidos en un interesantísimo Coliseo Pokémon, a la luz de las farolas, una noche, hace unos días comenzamos a oír gritos. Antes toda la calle estaba totalmente silenciosa. No comprendíamos bien lo que decían los gritos, pero no auguraban nada bueno. A lo lejos, comenzaron a oírse explosiones.
El miedo se hizo un huequecito dentro nuestro, pero la curiosidad era más grande. La plaza en la que estábamos no tenía carretera por ninguno de sus cuatro costados, pero cerca, se oían motores de coche, a toda velocidad, y haciendo sonar el claxon.
Algo está ocurriendo. Algo importante. O terrible.
Un Apocalipsis nuclear, un encuentro en tercera fase, una hecatombe Zombi, o incluso un monstruo gigante como los que suelen atacar Tokyo.
Teníamos que saber que ocurría. La intriga nos mataba. Bueno, a mí de hecho me mató. Y me ganó el coliseo. Pero no importaba. Guardamos el Cable y las Gueimbois, corrimos fuera de la plaza, a ver que ocurría.
Las explosiones seguían a lo lejos, la gente corría gritando ( no conseguimos entender lo que decían). Y además, la gente parecía correr en una misma dirección.
Conseguimos meternos entre la turba, a la luz de las farolas, pero ya nada solitaria, y gritamos con ellos, para camuflarnos.
Toda la gente iba directa a un lugar. La plaza de España. O como se la conoce realmente, la fuente de los delfines. Cuando llegamos, pensamos que lo que ocurría a lo mejor era un atentado terrorista de los gordos. El ver banderas (en gente que habitualmente odia los símbolos, porque les considera fascistas, y que luego lleva chapas con Aes dentro de círculos junto a Hoces y martillos) nos recordó a ese patriotismo americano de los momentos duros. Pero es que era la leche.
Pero de pronto, comenzamos a darnos cuenta. La gente no tenía el miedo que nosotros pensábamos que tenía. De hecho era Euforia. De pronto, alguien que, supuestamente debíamos conocer nos gritó ¡Viva España! y luego nos preguntó que si habíamos visto el partido.
Ni hecatombe Zombi, ni monstruo gigante, ni ataque alienígena alguno nos habría hecho correr tanto como el miedo que sentimos hacia esa frenética horda al preguntar ¿ Quien jugaba?
Espero que nadie se me enfade. Y si alguien lo hace, pues que se joda.
1 comentario:
jejejejeje es bueno...y en lo de las banderas...tienes razón, cada uno lleva la que quiere y punto.
Publicar un comentario