Tiene cuatro patas, dos orejas, dos ojos y dos rabos. Porque es macho. Es dorado. Asoma desde arriba, mira a ver que pasa. Todo tiene que ser como él sabe que tiene que ser. Cuando no Él, con su mancha blanca del cuello que es, en realidad la parte de arriba de su camisa de chorreras se indigna muchísimo, y levanta su cara con perilla dieciochesca. Fuera está nevando, así que llama a su cochero. Le ordena (Lúchick nunca pide, siempre ordena) que le lleve a las mejores tiendas de todo Moscú.
El dueño se desace en alabanzas. Señor Lúchick, qué alegría verle aquí. Mire, nos han llegado desde Casablanca, Marruecos, unas maletas de cuero PRECIOSAS. Lúchick las mira, y sonríe por dentro. Sin malicia. Saca las uñas y comienza a rasgar el cuero. Poco a poco, sin violencia. El dueño está tan sorprendido que no tiene ni idea de lo que hacer. Lúchick sigue desgarrando el cuero, como si nada. Muy despacio. Disfrutándolo, como quien se fuma un buen puro.
RRRRRRRRR.
Ella entra corriendo a la tienda. Lúchick la mira. Casi sorprendido. Sigue romiendo la maleta de cuero. Con sus uñas.
RRRRRRR
RRRRRRR
RRRRRR
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