Mi nombre es
Oropótamos. Pero he tenido muchísimos nombres más. Or, Oro, Eurós,
Ropotan, Orohpotam, Orus Potham etc. Me acuerdo de todos y cada uno
de ellos. De hecho, Oropótamos es un constructo artificial que
mezcla casi todos mis nombres en una única palabra. No me gusta
nada. Absolutamente nada. Pero los Burócratas dijeron que todos
necesitabamos un nombre. Incluso nosotros. Los dioses. Sí, utilizo
la palabra Dioses sin ningún reparo. Es lo que somos. No “individuos
privados de muerte”. Vamos, eso es estúpido. Yo ví con mis ojos
como el bueno de Turgud moría, atravesado por una espada. Y cómo el
Tkcha fue enviado a vagar en soledad a lo más profundo del espacio
¿No es eso la muerte? ¿Y yo? He visto morir a la mayoría de
personas que he considerado amigos. Que yo sepa, eso no se puede
considerar “estar privado de la muerte”. De hecho, estoy mucho
más cerca de ella que casi todos. Cuando me llamaban Orophan, el
Testigo, realmente querían decir Orophan, el Testigo de la muerte.
Por lo que he comprobado, la mayoría de Dioses y humanos que he
conocido en estos millones de años no son capaces de recordar todo
completamente. “Olvidan”. Por lo tanto, uno de mis “Dones”
divinos parece ser una memoria absoluta. Alguna vez, en algún
momento de gran tristeza o desolación, he pensado que me gustaría
sentir eso de olvidar. Pero luego he descubierto que la gente sólo
se olvida de los detalles nimios. Nunca de las grandes cosas. Así
que bueno. Tampoco es que tenga mucha envidia. Esa memoria perfecta
me había apartado siempre de escribir estas memorias ¿Para qué voy
a escribirlo, si simplemente necesito recordarlo? Pero, curiosamente,
siempre sentía una necesidad imperiosa de escribirlas. Estúpido.
Estupidísimo. Es como si una voz me susurrase al oído que las
escribiese. De hecho, empecé a hacerlo hace mucho, en piedra, antes
de que existiese la escritura como tal. Los “Glifos de Phatdomos”.
Que dieron muchísimas vueltas, primero entre tribus, entre reinos
después, y hace unos ciento y algo años entre los arqueólogos,
pensando que eran mágicos. Aunque, por lo que sé, creo que se
basaron en esos dibujos de adolescente emocionado por su primera
experiencia sexual para construir la primera lengua escrita. Y luego,
a los burócratas les parece que no es correcto llamarnos “Dioses”.
Cojones.
El caso es, que
aquella Pseudo-escritura de los Glifos de Phatdomos hablando de las
tetas de Herp no se podría considerar unas memorias, así que esa
“llamada a escribir” siguió dando vueltas en mi cabeza. Hace
unos cien años, con la muerte de Margoreth, que fue casi como una
liberación ya ,porque la chica ni fu ni fa, me dije a mí mismo
“llegó el momento de hacerlo”. La verdad era que sí, era el
mejor momento. Durante la enfermedad de Margoreth había descubierto,
que, una vez superada la frontera del hambre, no necesitaba comer. Y
con Margoreth muerta no tenía nada, absolutamente nada que hacer. No
tenía que trabajar para conseguir dinero, ya que no necesitaba
comida, y tenía grandes provisiones de tinta y papel que Margoreth
había acumulado tontamente en su etapa de “quiero ser poeta”.
Pero en lugar de ponerme a escribir, me senté en un butacón y me
quedé ahí. Dormía cuando me llegaba el sueño y me despertaba
despacio cuando sentía que mi cuerpo no podía mantenerme dormido
por más tiempo. Mientras mantenía los ojos abiertos iba viendo como
el polvo se iba posando sobre el salón. Cómo las arañas formaban
telarañas, alguna de ellas utilizándome de punto de apoyo. Oía
cómo los niños del barrio señalaban a mi casa y decían que estaba
embrujada. Cómo tiraban piedras. Cómo alguno de ellos se llegaba a
atrever a entrar, pero se cagaba de miedo al verme ahí, sentado, ni
despierto ni dormido. Y así se pasaron cien años. Así que esta
mañana, al fin, tras conseguir superar la pereza, decidí levantarme
e ir a escribir. Y aquí estoy.
Me llamo Oropótamos
y estas son mis memorias.
Nací
en la Erupción del volcán que hoy día llamáis Tyatya. Bueno, mi
“hoy día” es más o menos hace cien años. Pero vamos, esas
cosas no suelen cambiar mucho. Igual ahora se llama Tyat. Los nombres,
con el tiempo tienden a ir haciéndose más fáciles y tontos. Pero
eso los burócratas no lo saben. Y agarran y me ponen a mí de nombre
“Oropótamos”. Manda cojones. Bueno, pues eso, que, a ver, Nací
exactamente en la explosión. De lo de antes no recuerdo
absolutamente nada. El calorcito del magma y sonidos profundos.Pero
igual ni existía y lo que es la explosión me creó. O igual llevaba
en el magma millones de años, desde el origen del universo. Cuando
salí fuera, a la atmósfera, el ruido la explosión y toda la
mierda me hicieron llorar. Y nada, me quedé ahí, entre el magma que
se solidificaba lentamente a mi alrededor. Un animal gigantesco, que
los paleoantropólogos hace cien años bautizaron como León Kindral,
me olisqueó y me dejó. Cuatro meses y dos días más tarde vino un
grupo de humanos y diciendo tonterías en una lengua que tardé tres
o cuatro años en acabar de comprender del todo. Era una tribu de
Mestizos. Mestizos de Prehombres y hombres. Creo que es insustancial
para la historia el número de individuos de la tribu, aunque, me
parece importante señalar que Norns-sorns, el líder, tenía una
ceja con 1500 pelos más que la otra. Sin embargo, en el resto de los
miembros de la tribu, las cantidades de pelos en cada ceja eran más
regulares. Llegando hasta el caso de la bella Tiad-tiar, que, durante
8 de los 10 años que la conocí, tenía exactamente el mismo número
de pelos en cada ceja. Creo que por eso me parecía tan guapa. Y eso
que, leches, tenía el rostro carente de barbilla típico de los
Prehombres. Caminaban hacia el Norte. Entre los grupos humanos de esa
zona, corrían leyendas sobre unos valles prósperos muy al norte.
Me uní a ellos, o mejor dicho, me recogieron. La anciana Maed-Maer
me cuidó durante mis primeros 37 días, en los que dimos en torno a
ciento treinta pasos cada día. Algunos días más y otros días
menos. Eso ya en función del clima y si el terreno era más o menos
escarpado. Pasados esos 37 días Maed-Maer murió y pasé a ser
cuidado por Yandre. Yandre era mucho más humana y menos prehumana.
La diferencia entre sus cejas era únicamente de 80 pelos. Andaba
muy deprisa y por las noches me cantaba canciones. Ninguno de los
otros cantaba canciones. Eso me hacía pensar que Yandre provenía de
otro grupo. Pero tampoco lo puedo asegurar. No entendía del todo su
idioma. En los 13 meses que pasé con ellos antes de que fuesen
exterminados por bestias salvajes (Todos excepto la bella Tiad-tiar,
a quien salvé la vida) llegué a entender su idioma lo suficiente
como para descubrir que yo no era lo mismo que ellos y que ellos
pensaban que yo sí que era como ellos. Unos idiotas. Tiad-Tiar,
aquel día descubrió que yo era diferente. Pero se lo guardó para
nosotros dos. Y luego al final murió.
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