-Vaya tetas. Quiero decir, son grandes. Llamativamente grandes. Mucho más grandes que unas tetas habituales. Lo cierto es que disfrutaría mucho apretándolas con mis manos, y la posibilidad de una experiencia sexual con un cuerpo como ese sería muy placentera. ¿Algo más?
-Nada. Eso. Sólo probar. A ver, y eso.
Me dí la vuelta y me fui. Y le dió igual. Los últimos siglos estaban siendo la mierda. No había manera. Desde la extinción de la humanidad estaba todo muy parado. Una puta mierda, vamos.
En 2036, la Onu acabó admitiendo que los ciudadanos robot tenían los mismos derechos que los ciudadanos orgánicos. Diez años después todas las iglesias oficiales comenzaron lo que los historiadores (los que quedaban) acabaron llamando "la carrera armamentística del alma". Bautizos masivos de ciudadanos robot. Había una especie de competencia a ver qué religión era la más ciber-tolerante de todas. El récord de la estupidez se lo llevó, creo, la Iglesia del Adventismo Vodafone-Amor-300, al bautizar de una vez unos 1000 ciber-tanques del ejercito Pepsico. Al incorporar una tecmo-neurona para ser capaz de tomar decisiones propias en caso de emergencia, existía un vacío legal que los consideraba "ciudadanos robot", pese a no ser más que vehículos de guerra con capacidad de fuego autónoma.
Creo que fue, precisamente ese mismo modelo de Tanques los que acabaron matando al último reducto de humanos orgánicos auténticos. Nunca hubo, en realidad una guerra humano-máquina. Fue una guerra entre corporaciones. Poco a poco, las empresas fueron ganando poder. Tanto ,que los directivos acababan cediendo los puestos de poder a Máquinas. Estas, a diferencia de los humanos eran Absolutamente Incorruptibles. Daban todo por la empresa. Lo cual, fue el error. El individualismo, que fue tan criticado a lo largo de la existencia de los humanos era lo único que les mantenía vivos. Pero las empresas, esos entes sociales hacían TODO lo posible por su supervivencia, en un Darwinismo Bursátil cada vez más feroz. Las guerras con violencia real entre las megacorporaciones no tardaron en llegar. Los humanos caían como daños colaterales, que en realidad no eran casi ni daños, ya que estaba establecido por ley que los humanos debían de cobrar un sueldo 3 veces mayor al sueldo mínimo robot. Algunos estudiosos comentan que en aquel momento, y a raíz de esa idea algunos de esos muertos fueron auténticos asesinatos deliberados. Pero no existe ninguna prueba. De todas formas, esas muertes hicieron que la menguada humanidad huyese a las Bio-reservas de la Antártida. Bio-reserva, en la actualidad, aparece en los ciberdiccionarios como sinónimo de trampa para ratones. ( Si luego, en el diccionario buscas trampa para ratones te hace un ejemplo con respecto a un lugar sin salida donde alguien o algo acaba convirtiéndose en Piezas No Funcionales [PNF].
Estudios de mercado y de productividad le hicieron a Pepsico descubrir que, si acababa con la humanidad, el nivel de oxígeno en la atmósfera se dispararía, con lo que la producción de su bebida P3 se abartaría en un 200%. El problema que surgiría de la desaparición de los humanos (desaparición total de los consumidores) se podría solucionar con la creación de Robots-consumidores, que, además, hasta que las empresas enemigas copiasen, les permitía controlar el mercado, y alzarse con un monopolio, quizás no muy duradero, pero capaz de generar increíbles beneficios.
Así que la humanidad se fue a la puta mierda para que una bebida con burbujas sabor Cocacola fuese más fácil de fabricar.
¿Qué pasó? Que, extrañamente, yo, seguí existiendo. Y no debería. El de arriba ya no está. Ni su hijo, ni los vecinos de los lados, ni el abuelo. Sólo yo. Vacío, aburrido y muerto de asco en el Trono del Infierno, ahora helado. Se me ha ocurrido pensar que sigo vivo porque las corporaciones siguen, de alguna manera, manteniendo vivos los malos deseos de la humanidad. Son enormes monstruos sin corazón, y con pequeños resquicios de lo más oscuro de las almas de individuos muertos
Puedes ofrecer todas las tentaciones que quieras a un robot. Pero un robot no dudará. Caerá en ella o no, según le apetezca en ese momento o no. Un robot podrá hacer acciones "malvadas e inmorales". El problema es que no tendrá ningún tipo de sensación de estar haciendo el mal. No hay ningún tipo de culpa. Y así no. Así no hay manera. Y todo sigue furiosamente rápido hacia ninguna parte.
Y debería alegrarme, porque soy el malo.
Forma parte del proyecto Espiral de relatos.
-Nada. Eso. Sólo probar. A ver, y eso.
Me dí la vuelta y me fui. Y le dió igual. Los últimos siglos estaban siendo la mierda. No había manera. Desde la extinción de la humanidad estaba todo muy parado. Una puta mierda, vamos.
En 2036, la Onu acabó admitiendo que los ciudadanos robot tenían los mismos derechos que los ciudadanos orgánicos. Diez años después todas las iglesias oficiales comenzaron lo que los historiadores (los que quedaban) acabaron llamando "la carrera armamentística del alma". Bautizos masivos de ciudadanos robot. Había una especie de competencia a ver qué religión era la más ciber-tolerante de todas. El récord de la estupidez se lo llevó, creo, la Iglesia del Adventismo Vodafone-Amor-300, al bautizar de una vez unos 1000 ciber-tanques del ejercito Pepsico. Al incorporar una tecmo-neurona para ser capaz de tomar decisiones propias en caso de emergencia, existía un vacío legal que los consideraba "ciudadanos robot", pese a no ser más que vehículos de guerra con capacidad de fuego autónoma.
Creo que fue, precisamente ese mismo modelo de Tanques los que acabaron matando al último reducto de humanos orgánicos auténticos. Nunca hubo, en realidad una guerra humano-máquina. Fue una guerra entre corporaciones. Poco a poco, las empresas fueron ganando poder. Tanto ,que los directivos acababan cediendo los puestos de poder a Máquinas. Estas, a diferencia de los humanos eran Absolutamente Incorruptibles. Daban todo por la empresa. Lo cual, fue el error. El individualismo, que fue tan criticado a lo largo de la existencia de los humanos era lo único que les mantenía vivos. Pero las empresas, esos entes sociales hacían TODO lo posible por su supervivencia, en un Darwinismo Bursátil cada vez más feroz. Las guerras con violencia real entre las megacorporaciones no tardaron en llegar. Los humanos caían como daños colaterales, que en realidad no eran casi ni daños, ya que estaba establecido por ley que los humanos debían de cobrar un sueldo 3 veces mayor al sueldo mínimo robot. Algunos estudiosos comentan que en aquel momento, y a raíz de esa idea algunos de esos muertos fueron auténticos asesinatos deliberados. Pero no existe ninguna prueba. De todas formas, esas muertes hicieron que la menguada humanidad huyese a las Bio-reservas de la Antártida. Bio-reserva, en la actualidad, aparece en los ciberdiccionarios como sinónimo de trampa para ratones. ( Si luego, en el diccionario buscas trampa para ratones te hace un ejemplo con respecto a un lugar sin salida donde alguien o algo acaba convirtiéndose en Piezas No Funcionales [PNF].
Estudios de mercado y de productividad le hicieron a Pepsico descubrir que, si acababa con la humanidad, el nivel de oxígeno en la atmósfera se dispararía, con lo que la producción de su bebida P3 se abartaría en un 200%. El problema que surgiría de la desaparición de los humanos (desaparición total de los consumidores) se podría solucionar con la creación de Robots-consumidores, que, además, hasta que las empresas enemigas copiasen, les permitía controlar el mercado, y alzarse con un monopolio, quizás no muy duradero, pero capaz de generar increíbles beneficios.
Así que la humanidad se fue a la puta mierda para que una bebida con burbujas sabor Cocacola fuese más fácil de fabricar.
¿Qué pasó? Que, extrañamente, yo, seguí existiendo. Y no debería. El de arriba ya no está. Ni su hijo, ni los vecinos de los lados, ni el abuelo. Sólo yo. Vacío, aburrido y muerto de asco en el Trono del Infierno, ahora helado. Se me ha ocurrido pensar que sigo vivo porque las corporaciones siguen, de alguna manera, manteniendo vivos los malos deseos de la humanidad. Son enormes monstruos sin corazón, y con pequeños resquicios de lo más oscuro de las almas de individuos muertos
Puedes ofrecer todas las tentaciones que quieras a un robot. Pero un robot no dudará. Caerá en ella o no, según le apetezca en ese momento o no. Un robot podrá hacer acciones "malvadas e inmorales". El problema es que no tendrá ningún tipo de sensación de estar haciendo el mal. No hay ningún tipo de culpa. Y así no. Así no hay manera. Y todo sigue furiosamente rápido hacia ninguna parte.
Y debería alegrarme, porque soy el malo.
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Este relato está inspirado en parte en Ad Infinitum, de Samuel Pérez.
Forma parte del proyecto Espiral de relatos.
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